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domingo, 17 de enero de 2016

La Verdad, es el Misterio

Por que se que existe, yo me lo imagino: El Amor; el amando; el amado. Los tres tiempos del verbo que busca la verdad: el Misterio. El Amor, que interviene en nombre del amando y exclama con toda seguridad: “haced lo que El os diga”. El amado que ordena llenar de agua las tinajas y el agua que se convierte en vino bueno, frugal, oloroso de la mejor cosecha. Diferentes pareceres y un mismo espíritu; diferentes culturas, distintos puntos de vista, hacia una misma dirección. Se conocieron, escuchando la Palabra; la buena nueva que une, que abraza, que ilumina, que sostiene, que alienta, que anima. Tuvieron sus dudas, le asaltaron los miedos, le sorprendieron las vacilaciones, pero nada ni nadie podía arruinar la fortaleza construida por la Fe. Si, es verdad que había que seguir viviendo en un mundo hostil, competitivo, vertiginoso ahí afuera; pero la Esperanza de encontrarse al caer de la tarde, cansados de sus obligaciones y deberes, era muy superior al cansancio. Si, es verdad, que los consejos que recibían, que los anuncios publicitarios, le ofrecían unos productos tan irresistibles, tan encarecidamente necesarios, que era casi imposible rehusar a su consumo, si no querías verte incomunicado dentro del imperio de la desazón. Pero sus respectivos corazones, solo latían para la comunicación directa de mirarse a los ojos, frente a frente y descubrir, que el brillo de una mirada, vale más que todos los “pixeles” que encienden la aplastante multitud de las móviles pantallas.
Sentían la soledad que inundaba las calles de gente hablando sola; muchas veces en voz alta, cruzando las miradas en el vacío de cada cual escuchando cada tema, con los oídos tapados por auriculares. Los pasos de cebra, no daban a vasto para cruzar ensimismados, jugándose la vida entre el estruendo de los coches. ¿Donde vamos, Amor, amando así de tan absurda manera? Yo te miro y tu te sonrojas. Tu me miras y yo me agito. “¿Que tengo yo contigo, mujer?” Todavía no ha llegado mi hora. Pero sé que a mi Amor, nunca se le ocurriría encelarse, sino es para demostrar más que te quiero. Y tu sabes que tu Amor es de madre, que intercede siempre, que nunca se despecha; que no habla si no es para alabarme, bendecirme, adorarme, fundirse en mi pasión que es la tuya, convertir el agua en vino, el mejor vino para el banquete de boda, festejando siempre, el júbilo de una vida unidos por el sacramento. No, ¡calla Amor! Que nos toman por locos, por sepulcros blanqueados, por escribas y fariseos; que nos acusan de anormales, que nos tachan de débiles mequetrefes, de añejos perdedores, abatidos en el pulso de esta absurda batalla. No puede ser tan sencillo, tan humilde, tan simple...sobre todo cuando el hombre ha luchado tanto por complicar su existencia, por entender el pensamiento, por cultivar el don de la palabra escrita que quede para siempre impresa en sus libros inmortales. Pero sabes, Amor, tu bien lo sabes, que han muerto en la utopía de la nada, sin saber de cierto a quien dar gracias, creyéndose ser el Dios a quien se resistieron vivir en semejanza, como si ellos no fueran hijos del hombre. Se que existe, yo me lo imagino, cuando he visto en sus ojos el fuego de la ira, la soberbia inflamada, el reproche soez, cuando te han ofendido tanto, que no has sido capaz interpretar de donde viene tanta acidez, tanta urdimbre de duelo acumulada. Y todo es tan sencillo, que se cura con un simple abrazo, con la fe de un niño y el espíritu limpio de dar al frente, dos pasos: “Haced lo que El os diga”...conjugar el Amor, Amando, Amado, los tres tiempos del verbo, la verdad del misterio. 

martes, 7 de octubre de 2014

de aquel verano



De aquel verano, hace más de cuarenta años, todo un bolero, toda una vida. De aquel beso robado en la plazuela, de aquellas miradas distraídas que se buscaban bajo el aire denso que mecían las polvorientas hojas de los naranjos, fundiéndose en un beso; el primer beso del sabor ambrosía. Mujer-que sin tiempo de saborear los agridulces tiernos de la infancia- pisaba fuerte el garbo de una naturalidad inconcebible, desafiante, seductora, por los patios, pasillos y azoteas. Mocita exuberante vestida con el azul estampado de un cielo que le caía dulcemente por encima de las rodillas. Novia de los tormentos que llevan al éxtasis de la penumbra, donde los amantes se citan, en el principio sin fín de las caricias improvisadas; los temblores del tacto, buscando la seda insaciable que circunda los redondos perfectos pechos descubiertos de la primera vez. El amor imperioso, descabellado, como un potro sin doma que arrasa la yerbapunta de la vida; que tira por los borda los futuros proyectos, que no atiende a razones, más que al gozo de gozar juntos y a solas la plenitud del estado de gracia subconciente y hallado. Algo más que cuarenta años de aquel bolero que se podría cantar con las mejores letras compuestas para el amor y aún sigue sin ninguna canción en especial, que pueda resumir su vida. No hay luz, para incendiar sus sombras, ni sombras que alarguen la silueta de dos enamorados que combatieron tantas guerras ;que alcanzaron tantos cielos despejados y grises, tantas nubes amenazantes, tanta lluvia floral, tanto diluvio, sólos, mal acompañados, pero siempre juntos. Cumplieron con creces la profecía para lo bueno y para lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en el umbral y en la plena estancia. No faltaron a la cita de los demonios de la envidia;la tentación al ágape lujurioso de los aduladores que siempre acechan romper el amor por el flanco más débil; pero nunca descendieron a los infiernos de la infidelidad, ni bajaron al purgatorio del abandono, a pesar de los graves incendios que provocaron y las llamas que amenazaban su incierto futuro. En la recta final, ya saben todos, que el amor se relaja; que viste trasnochado el hábito estameña de la rutina; que se agota en el último esfuerzo de la flaqueza; que atiende más al cansancio de su propio desgaste físico; que a la química de buscar el reposo en los brazos del amante que sin ofrecer nada, espera. A la hora de exigir, el amor no responde, es uno mismo, el que tiene que acudir a urgencias, pedir auxilio con la cara de humildad en rebeldía del que siempre ha dado sin pedir nada a cambio. De aquel verano, hoy es otoño seco y melancólico de hace más de cuarenta años, las hojas están caídas, crujen de adioses, pero el tronco nunca está seco, tiene profundas raíces sembradas con la mezcla efervescente de dos culturas, dos mundos, universos divergentes que confluyen, aún sin querer, en la querencia de una misma cuadra. Tiene cuatro ramas frondosas, unidas e indeclinables y dos nuevos brotes verdes, que no entienden de diferencias irreconciliables, ni tenaces despechos. Creen en el Amor y apuestan por lo que Dios ha unido a pesar de esta insufrible crisis y el afán de separación que condiciona a los hombres.

viernes, 5 de julio de 2013

EL AMOR conFORMA II


El AMOR es muy grande, pero tiene cuerpo de niño; refunfuña y se enfada, llora y patalea con la pureza y candor de un infante, pero al rato se le pasa y se arroja a tus brazos buscando consuelo. No tiene capacidad para el rencor, su memoria olvida pronto el daño, aunque como dice Santa Teresa de Calcuta, cuanto más duele, mejor es su efecto. Por ponerlo en el lugar más alto, se compara con Dios y se sitúa donde hay caridad y están más de dos personas reunidas hablando en su nombre. Por intentar definirlo, los hombres escriben de El, con más deseo que conocimiento; con mayor anhelo que experiencia; con más énfasis que sentimiento; porque su enunciado resulta indefinible. El Amor no es responsable ni maniático; no pide nada a cambio y da sin pasar factura. Disfruta haciendo disfrutar y recibe con la condición de gozar a la altura de su beneficiado. Si hubiera que ponerle rostro al Amor, sería el de los iluminados que han visto la luz de saber interpretar una mirada; el de aquellos que aprendieron la docta lección de leer entre líneas; de los que supieron escuchar la voz del corazón que la razón no entiende. El Amor, no conoce el miedo, lo ha vencido; es inmune a los celos; los ha conquistado; esquiva la ira, la abraza y adormece, la alivia y atiende automáticamente al perdón. El Amor es un recuerdo constante que no necesita notas recordatorias; una memoria atenta que no persigue al enemigo; un tiempo sin espacio que ralentiza la rutina de la vida, antes que la alcance la ansiedad; un antidepresivo sin efectos secundarios; un permanente estado de inconciencia. cuyos síntomas incurables contagian sin provocar la pandemia. El amor no tiene pasado; no piensa en el futuro; es un presente que se estrena cada día y se abre con la ilusión de quien recibe su regalo. Cuando intentes poner todo en su contra, el Amor terminará puntuando a su favor; si te escuece es buena señal; si le eres fiel, terminarás de su mano en el paraíso; si le ríes su gracia, te hará olvidar tus penas y como te resistas, te volverá loco. En todo caso, bendita locura... el AMOR

viernes, 27 de abril de 2012

Cuando ELLA baila


SE echan a bailar y saben que el mundo gira alrededor de sus volantes; vienen escogidas, se citan con la mirada, la complicidad es un hecho y derecho exclusivo, son las amazonas del tablao; las que toman la parte noble del cosmos para encenderlo con la chispa del angel. Crecen y se multiplican, desplazando al otro sexo -en este caso el sexo débil, se hace masculino- inseguros, indefensos, reyes con cetro de cristal, donde escancian el oro líquido de sus más íntimos e inconfesables deseos. Siluetas con forma y sonido de guitarras; cinturas de mimbre con denominación de origen y sello de Sevilla que toma la curva de la sensualidad por el camino más corto hacia la seducción. Mujer, ¡baila!, pídeme lo que quieras que te lo concederé, aunque sea la mitad de mis sueños. Y en tu mirar, se nos clavan los ojos como espadas lascivas, sin dejar de asestar puñaladas de deseo a esos cuerpos que gimen de placer con sus lances. Cuando Ellas bailan, sembrando de esplendor el escenario de la fiesta, los hombres cambian de conversación, hablan de sus cosas, pero no las piensan, porque el pensamiento solo puede atender la demanda de gloria que provoca el revuelo de sus volantes. Bajo ese cielo de farolillos solo pueden reinar las Amazonas, radiantes, altivas, desafiantes guerreras del sol bordado en la seda de sus mantoncillos y la noche abrazada al firmamento multicolor de los lunares. Cuentan los duendes de la Feria, que el hombre enamorado, no se separa de Ellas, que la roza, que la mima, que la acaricia y la besa, robándole flores al ramo de la pasión y aun así, pueden aspirar a la cumbre de la distancia que los separa, todo lo más mozo de espadas, gentil subalterno que despliega el percal a los pies de la diosa. ¿Te acuerdas?, no importa, yo he sentido en el corazón, esa sensación de ansiedad, ese apetito frugal de morder en tus labios la manzana jugosa. El amor levanta admiración en la fiesta de la luz y su encanto incita y provoca, sin necesidad de superfluas cortesías, sólo con la claridad de una profunda mirada. Los brazos al aire, hacen repicar el sonajero de las pulseras, reclamando el abrazo de su amado; fuera de sí, cuando la noche se remansa y el cansancio se hace música buscando el hombro donde reposar su barroca cabeza, aun más bella y natural que recién maquillada, cuando Sevilla tienda sus puentes de plata para que tu los cruces -mujer- reflejando tu garbo en la cornucopia del río, la felicidad alcanzará su momento más efímero y la mejor palabra se sellará con un beso.

martes, 8 de noviembre de 2011

EL AMOR conFORMA


El amor no sabe andar solo, no obedece los pasos del hombre; el amor que es siempre niño, torpe , busca los brazos de su amado pero las piernas no le responden. Se echa a la calle, ávido por encontrar la luz de los juegos, la alegría con que cada día despierta el amor párvulo y pronto se encuentra con el rechazo de los “predicadores de desgracias”. Gimotea el amor, como protestan los niños que saben conseguir lo que quieren y se tiene que conformar con la lección de propósitos de enmienda que le recitan los viejos enamorados. No entiende el amor que lo dejen en paz, aislado de las muestras de falso amor que le dedican con supuesto cariño. El amor es un niño egoísta que prefiere jugar mal, antes que compartir el juego´, para colmo ha de escuchar de fondo el susurro de la música y las letras de las canciones que hablan del amor con todas las metáforas de sus infinitas mentiras. Malditos sean los poetas empeñados en educar al amor con las palabras más bellas, cuando el amor no entiende otro verso que el contacto. Malditos sean los predicadores del bien ajeno, que intentan encasillar al amor en cualquier versículo del evangelio, cuando el amor reconoce a los fariseos, hasta en la más grande obra de caridad. Malditos los que ocultan sus miserables enfermedades en los primeros bancos donde se predica el Amor, ese que entra por un oído y sale por el otro.

 Y viva, crezca, ame y se reproduzca el amor libre que no necesita venas para correr ya que es sangre pura que redime, sin necesidad de alabanzas a cambio. Siempre ha habido más amor que nunca, porque nunca el amor ha sido para siempre. Por eso por más que intenten enseñarnos Amor en la universidad pontificia o en las públicas aulas profanas de la vida, el amor no se aprende a base de sangre, pasión y muerte, el amor no se aprende más que dando luz al mundo, como las madres paren a base de dolores; que el amor no se deja provocar ni renace con los vientos del otoño, ni florece con las aguas de ninguna oficiosa primavera, el Amor, nace cada día -conformado- reciente, intacto, para que ejerzamos de padres e hijos, porque el Amor no sabe andar sólo, ni obedece los pasos que le marcan los hombres.

lunes, 11 de julio de 2011

Rodrigo de Triana



Velas que no toldos, de toda la vida, cubriendo de sombra el mar abierto de la ciudad soporífera; la ciudad insoportable que arde en las llamas de un fuego vaporoso, cuya luz cegadora es la quimera de sus mejores días. Sevilla es un barco velero que surca el océano ardiente encantada por los cantos de sirena que reclaman su orilla. El faro que alumbra a los marineros se ha vuelto un espejismo de torre con campanas -giganta, vieja dama- que atrae los confines de otro mundo y hace gritar alucinado al bueno de Rodrigo de Triana...¡tierra!, con casa de monena, lonja y alcazaba, envuelta en una luz reverberante que al horizonte, hace flamear el cielo con la tierra. Luz seductora, luz infiel, luz de mentira que te atrapa en las redes de colores con su falsa nudez y te hace pasto de sus llamas. Esta luz no es la nuestra, es sólo muestra de una tórrida fantasía que se expone en los puestos de su mercado turístico para delirio de los argonautas que admiran las brasas del sol que no calienta en sus hogares. Por eso la ciudad se protege a símisma, despliega sus velas y busca el sereno frescor de sus acantilados; agua, vida, fuente y surtidores, la sombra verde de sus calladas glorietas, la piedra de sus plazas, la cal de sus paredes, el barro convertido en brillo de cerámica, hasta que el hierro candente de su cruz, prolonga el esmalte de los retablos y te indica un camino perdido entre el laberinto de sus estrecheces que te aleja del profundo sopor a la horas del angelus. Te adoro porque sé que perdonas mi ausencia y que me encontrarás cuando quieras buscarme, escondido en el recuerdo, allá en el andén de tus dos estaciones: otoño y primavera, dos épocas distintas de tu única luz verdadera.

viernes, 15 de abril de 2011

A tí, mujer...


… por lo que te debo. Mil años que yo viviera, no bastarían para pagarte y saldar la cuenta que tengo pendiente contigo. Escribo en el albor de la verdadera pascua, en el umbral de los días que marcan la hora exacta del gozo, mirando el reloj de la vida en tu pulsera hacendosa –mujer- ¡que te diría! Para resumir en una estrofa los versos de aquel bolero: “gracias, por haberte conocido”. Quizás no encuentre el modo, pero sé lo que quiero; lo que quiero es encender la luz apagada de tus ojos; ojos de Salomé, que esconde en su mirada la vidriera nublada de María de Cleofás; la congoja asfixiante de una Magdalena al pié del calvario de la vida. Sé que te faltan las fuerzas, que los espinos horadan tus sines provocando el dolor de la adversidad en tu cabeza, que el peso de tu cruz es aplastante, que la esponja de hiel reseca tus labios y avinagra el humor de tus palabras. Cansada de darte por entero a los demás, no guardas prenda en ti para tu talla. Treinta monedas tomo prestadas a Judas, para empezar a pagar mi penitencia; mi pecado de treinta primaveras intentando encerrarte en un mundo que no es de este mundo; un mundo que no te pertenece, porque sabes -mejor que nadie- que pasa como una exhalación y deja aquel vacío de triste realidad que aguarda al hombre. ¡Que te diría! Para hacerlo más fácil, para tocar la fibra de tu coraza fría…ya sé –cariño- mi dedo en la llaga como el Santo Tomás que necesitas para ver y creer…ese ingrato cariño que despilfarro a ciegas perdido en el laberinto inmarcesible del misterio de la vida, cuando las bellas artes convierten la ciudad en paraíso que dura el frenesí de una Santa Semana. Pero te juro que sólo a ti te veo bajo el palio de esta luz que me encandila…que tu eres la mañana de Reyes de mi domingo de Ramos; la sensación indescriptible del beso en sus manos, que son tuyas, cuando adivino el alba en tu mirada de fe por excelencia. Déjame ese minuto de poder y de gloria, esa ráfaga cómplice que arrebata tu ser, compartirla contigo, indicarte el camino –igual que Juan- se afana en mostrarle la calle a la Amargura. Sé que es mucha arrogancia, pero es otra manera de llegar al Amor, también crucificado en el árbol podado de la vida. Mi secreto –dejamé que te diga- eres tú…despojado de todas mis ataduras, con los piés en el suelo y la mirada al cielo donde imploro esa luz que ilumine el caiz de tu sonrisa.



lunes, 4 de abril de 2011

Contraria a la razón


Contraria a la razón, esta ciudad respira inventándose un cielo que otros pasan por alto; suspendiendo el aire en un instante de luz, que otras solo utilizan para poder respirar; inventando respuestas a un genuino ambiente donde solo tiene cabida la imaginación. Felicidad en estado puro; si no la intuyes, ni la palpas,  incluso con los ojos cerrados al igual que cuando percibes un aroma, jamás creerás que existe. He aquí el estado de ánimo de la ciudad que cre como –Dorian Grey- cualquier cosa, con tal de que sea increíble, porque no sabe más que mirarse en el mismo espejo de su egolatría. Endiosada, presumida y augusta, se siente mirada por el dios de la luz, perfumada y dichosa Afrodita, coronada por la guirnalda de los naranjos en flor. Capaz de descubrir a las deidades, jugando al escondite en el silencio místico de los adarves. Quien no es capaz de ver la dicha alegoría, morirá en el intento de querer descubrir un amor imposible –la felicidad no es más que la realidad de un sueño que sabe que volverá a cumplirse- y cuando se cumpla, volverá a seguir siendo un sueño. Las apariencias enganñan –dirán los despiertos- cuando observan que la cuenta atrás está inflamando el corazón como un globo a punto de estallar –hombres de poca fe, que buscan un final a esta explosión que funde los sentidos- No, no es así; no hay final para tan esperado encuentro. Cuando alguien ha empezado a buscar, ya ha encontrado algo y ese algo es tan esencial, como la propia trascendencia de lo que se busca. Así es la felicidad que respira o se inventa esta ciudad de vísperas: una sensación de bienestar o gracia que perciben los que no han pedido nada a cambio de ello. Si estás dispuesto –esta ciudad te hará vivir y gozar del paraíso- pero una solo palabra tuya, bastará para sanarte.

viernes, 21 de enero de 2011

SE BUSCA

Te dicen muchas cosas, desde el amor y su sombra de odio, donde se ven las telarañas de la envidia el rencor y el despecho. Te dicen que eres cuna del arte, emporio de historia, debilidad de tus conquistadores conquistados por la realidad de cumplir en ti sus sueños. Te dicen ciudad de la eterna, primavera donde yacen los enamorados que vuelven a abrazar el árbol grabado con sus corazones traspasados. Te dicen que te quieren tanto,  que son capaces de sacarte los ojos en un vano intento por destruirte con las manos ambiciosas del poder. Porque saben que eres invulnerable, intentan convencerte con la leyenda de –invicta- porque saben que eres noble, se envilecen tus regidores poniendo precio a su nobleza; porque te llaman heroica, se avergüenzan los que se consideran héroes de sus propios intereses; porque te saben leal, mienten como bellacos tus aduladores impávidos. Pretenden hacer de ti lo que no eres, aprovechando que nunca has querido defenderte con las armas de doble filo, sino con la estética de una palabra cincelada por la gubia y el tás  de tu arquitectura crudamente profanada. El tiempo que pierden los que difaman a diario tus hechuras, intentando regir tu destino con políticas que nunca son de tu talla, corre a tu favor y juega en contra de los que pone n en evidencia tanta ignorancia. Dicen tantas cosas de ti sin conocerte que da pudor resistirse a semejante nivel de arrogancia. Pese a todo, nada nuevo bajo el sol que sale por tu alcazaba, todo permanece igual en la inmortal secuencia de tu piel barroca; puro renacimiento sentado en las gradas, mascullando el malvivir de una picaresca esperando el descuido de una nueva primavera que nos haga mirar para otro lado. El que no te conozca que te compre, o mejor dicho, se venda al mayor postor de sus propias mentiras, porque tu ya no crees en nadie, sólo te queda la fe de tu impoluta imagen, que vale más que las mil y una noches del cuento de sus palabras. Pronto llegará  Mayo, una nueva oportunidad para que tus muchos pretendientes, representen sobre el escenario de tu piel sensible, la escena del sofá de D. Juan Tenorio: “no es verdad ángel de amor que en esta apartada orilla”…claro que tu, seguirás anestesiada por el aroma de Abril que hace que eternamente cumplas los diecinueve años de mocita por San Gil, encandilada por la luz que te hace vivir continuamente en vísperas, mirando al otro lado de tu realidad incierta, perdida en el paraiso que  supiste construir,  para olvidar tantas promesas incumplidas.   

jueves, 25 de noviembre de 2010

Me pones

Es fácil hablar contigo; total para lo que escuchas: por un oido te entra y por el otro te sale. Es como hablar con la pared, tu juegas con el tiempo, a nosotros nos falta tiempo para suspirar por ti. Repasamos tu historia –según el día a día de los sucesos que te acontecen- y tu la escribes a tu antojo con el preciosismo de tu letra gótica, haciendo posible que lo imposible se convierta en joya que te cae como anillo al dedo de tu exquisita mano. Serás bella mientras los ojos del hombre te miren seducidos por tus encantos y como tal, mujer fatal, desagradecida con los que sucumban ante tu graciosa majestuosidad. Pero es igual, estamos acostumbrados a amarte desinteresadamente, del mismo modo que nos muestras la salazón de tu indiferencia, aunque muchos se afanen en sembrar vientos donde sólo tiene cabida la venganza de tu eterno esplendor de primavera. Muchos son los llamados por tus encantos, pero poquísimos los elegidos profetas en la tierra que tan sólo en el cielo aman mejor. Cuantos de idéntico modo te quisieron –desde el silencio de tu antigua madrugada- obligados a tejer en la distancia un manto de cardos y espinos en campos donde tu memoria siempre escogía el camino más corto para herir el corazón. Si fácil es hablarte, desde el desierto donde la voz se pierde sin el eco de tu respuesta, más fácil resulta escribirte, porque ahí es donde tu te miras, para presumir, como vieja dama, ante el espejo; insurgente y altiva, te reconoces, hecha pura literatura. Sabes que a las puertas de tu templo, se han dispuesto los “mercaderes” a especular con tu sagrado nombre; bacanales de híspalis con las mejores cosechas de la mar marisquera allende bonanza. Son los nuevos patricios paniaguados, que otrora predicaban desde el ágora: dignidades de tierra, trabajo y libertad. Siempre fue así, mientras duraron los regímenes y el de ahora no iba a ser menos, pero no tengas cuidado, Tu a otra cosa: te sienta bien el vestido gris de este otoño y por San Juan de la Palma la Amargura es más dulce, cuando extiende su mano de miel, señalando el camino de la Esperanza. Allá tu con tu gloria que a nosotros nos queda la dicha de soñarte.  

lunes, 30 de agosto de 2010

Los hombre que no supieron decir: "lo siento"

Hay que tener mucho cuidado con lo que se escribe, porque también la tinta emborrona y en la vida cuando se trata de juzgar a las personas o colectivos, es muy posible que ciertas afirmaciones produzcan el efecto “bumerang” que suele golpear a los autores en sus partes más nobles. Así como hay mayores de 70 años a los que por su aspecto y manera de proceder, nadie podría considerar como ancianos (de estos no hablamos), constituyen un hecho constatado por las autoridades de la salud y las estadísticas que confirman una media de vida superior a los 80 años, también hay viejos prematuros de todas las edades y otra –clase de personas de edad imprecisa- que nunca han tomado verdadera conciencia de la edad que tienen. Dejaremos a los expertos que escriben sobre esta materia y obtengan pingues beneficios con los “best Sellers” que se endosan, prestigiosos psicólogos y terapeutas empeñados en enseñarnos la quimera de los sabios. Nosotros vamos a analizar a los hombres y mujeres mayores –hoy nuestros padres y abuelos- que no fueron únicamente queridos y respetados por sus hijos; empero que han vivido el resto de su existencia ajenos tanto, a la calidad humana como a los logros personales y profesionales reconocidos por las respectivas sagas que han presidido bajo su patronazgo. Volvemos al seno de esa familia de la década de los años 50 (huelga decir del siglo pasado, aunque parezca increible), nos centrábamos en la figura del hermano mayor (alto, guapo y listo –aunque no inteligente-), el que estrenaba libros de texto, traje de Domingo de Ramos y modelito de primera comunión; el que era distinguido en el colegio de los Padres…con bandas y diplomas; el que gozaba el privilegio de primi-nieto; primi-sobrino; y lider de todos los primos-hermanos Todo era tan armonioso y feliz en el seno de la familia bendecida por el primero de los hijos, que los padres se relajaron y nació entonces el “segundo”(que niño más mono..¡que gracioso!), pero cómo llora el condenado, todo lo contrario que el primero: nervioso, inquieto, tragón. El “segundo” más que con un pan bajo el brazo, vino con una machota para romper la pax conyugal en todos los sentidos (los niños entonces, eran para las madres y los maridos ejercían su derecho al descanso nocturno por la gula concedida como cabeza de familia y la sacramental de su puesto de trabajo). Comienza la cruda competición, el “mayor”, estaba ahí, había llegado tres años antes, tenía exquisitamente labrada su parcela afectiva, todo lo contrario que el “segundo”, que asistía perplejo a las muestras de cariño que le dispensaban al hermano y se tiraba literalmente a los brazos del pariente para llamar la atención –seguidamente- ponía en peligro cualquier cacharrería que se encontrara a su paso. Tiene mucho que contar y decir las peripecias sufridas por ambos hermanos en plena crueldad de la infancia (el mayor por la responsabilidad adquirida y encasillada de demostrar y parecer ser cuasi perfecto en la guerra odiosa de las comparaciones y el segundo, por el trauma psicológico que supone vivir a la sombra y llamar la atención a base de pataleos y travesuras, que no por los méritos propios que le fueron obviados.) Y vdes., se preguntarán: ¿Qué culpa tuvieron los mayores de 70 años en tales procederes?...Pues mire Vd., no diré que tuvieran toda la culpa, por que demasiado hicieron ya con sacarnos adelante en tiempos tan difíciles. Pero hoy cuando veo a un anciano deprimido, traicionado por su propia mente (que no demencia), abandonado a la suerte de que un hijo, le coja las manos, le bese con ternura, le extraiga una sonrisa en la reserva de su corazón y le haga saltar las lágrimas en sus ojos nublados, me conduelo profundamente al pensar que una sóla palabra un gesto, podría haberlos sacado del estado de postración en el que se hayan sumidos. Perdonados y en gracia de Dios –bien lo saben- que están, porque al fin y al cabo, ser padres es: Estar ahí –como ellos están- presentes. Pero a veces me pregunto, lo que hubiera supuesto en su día, tanto para el primogénito como para el“segundo”, escuchar de sus labios –puro amor de madre- la frase épica: “hijo mío, qué orgullosa estoy de ti”. ¿Habrá mayor compensación económica o afectiva en la vida que escuchar eso?. Afortunadamente algo hemos avanzado en nuestros días conforme a la expresión de los sentimientos.

viernes, 27 de agosto de 2010

No hemos hablado...I


No hemos hablado de los mayores de 70 años. Nuestros padres que sobrevivieron la postguerra y nos criaron al amparo de un miedo disfrazado de respeto o de un respeto confundido con el miedo. Miedo a la ira de Dios; miedo a no vivir en gracia de Dios; miedo a no acudir a la Escuela de la enciclopedia “Aguilar”; miedo a la imperativa autoridad del maestro; miedo a mirar a los ojos al padre que presidía la mesa investido con el “mono” azul del taller.
 Demasiado hicieron por nosotros, esos padres mayores de 70 años, que conocieron de cerca el hambre y la necesidad y por ello, más que ser conformistas, se tuvieron que adaptar a la vida sin grandes inquietudes ni remedios, aprovechando las ínfimas oportunidades que les deparó el destino: trabajar sin condiciones o emigrar a la Europa minada por la segunda guerra mundial. Hoy los hijos de aquel pan con aceite y azúcar y la onza de chocolate en la mano; los que jugábamos en aquellos patios y corralas de vecinos; los que tuvimos la suerte de acudir a un colegio de religiosos ó religiosas haciéndonos acreedores a la distinción de aprovechar sus influencias de cara al mercado laboral de las recomendaciones y sobre todo, los que por méritos propios, alcanzaron la más alta distinción de acceder a la Universidad, a través de beca, agradecemos de todo corazón –hoy día- el esfuerzo y dedicación de esos padres, ciertamente ejemplares para los tiempos difíciles que les tocó vivir.
 Pero como todo tiene su parte negativa en la otra cara de la moneda que nos presenta la vida; también hubo padres (hoy mayores de 70 años) que no tuvieron la fluidez necesaria ó la altura de miras suficiente o quizás el sentido común de aprovechar las aptitudes y cualidades que apuntaban sus hijos en beneficio del futuro de los mismos, por circunstancias del choque frontal de sus respectivos caracteres o diferencias afectivas irreconciliables. Así hubo familias condenadas por su propio exceso de cariño y por defecto, abocadas a la agria polémica y la falta de entendimiento. Fruto de estas familias, que creyeron plantar el bien de la arbitrariedad y sembraron el mal de las diferencias, nacieron los hijos divididos por tres clases de concepciones genéticas: El primogénito (o mayor); el menor (o más chico, por ser el último parido)…y el de “en medio”. Huelga decir los privilegios históricos que han recaído sobre el “mayor” o primogénito y la alta responsabilidad de ser: el más alto, el más guapo y el más listo de la familia, sin llegar a constituirse en  un ejemplo de virtudes en la práctica –el mayor- se convirtió en un ejemplo necesario al que debían emular el resto de los hermanos…/continuará…

miércoles, 4 de agosto de 2010

...precisa-mente


...precisamente ayer, mientras intentaba conciliar el sueño -que tanto se me resiste- rezaba, como suelo hacer todas las noches, sin saber cómo ni a quien, degustando el placer y exquisito paladar que me había dejado una película que acabábamos de ver (Mi vida sin mí)..puede parecer triste, muy triste su argumento: cosas que se pueden hacer antes de morirse a las 24 años (poco más de 2 meses que le habían diagnosticado de vida). “Para qué quiere que pida una segunda opinión”…le decía al transido doctor que no podía sostener de frente su mirada… Como no hay nadie normal, aunque vayamos predicando eso de hacer las cosas más o menos como Dios manda. Las personas no sabemos hasta que punto influimos unas en otras y cómo una sencilla palabras es capaz de cambiar nuestras vidas o condicionar nuestra manera de ser o actuar. Una sencilla palabra, un sólo gesto, es capaz de condenarte a los infiernos o elevarte a la gloria, (son las gafas que se empañan por la pena de no saber todo el bien que hemos hecho sin pretenderlo), hay personas que por más que se empeñan, no saben demostrar su cariño como los demás quisieran recibirlo, se produce una laguna, una distancia, que no es olvido, sino reflexión...nos separa un puente imaginario, un sueño, un deseo. Podemos vivir sin las personas, mientras las hacemos culpables y las condenamos a nuestras propias condenas, pero no podemos vivir sin olvidarlas y terminamos primero perdonándolas para poder perdonarnos a nosotros mismos y gozar de los buenos momentos -todos buenos- porque los malos siempre han tenido la mala memoria del verdadero amor que va siempre tan locuaz y distraído por la vida. El amor es lento a la ira, ligero al perdón. No sé porque te cuento todo esto, pero sí sé que me sale del corazón y es lo que vale. A mamá -que eres tú- dile más de tres veces diaria que LA QUIERES, porque el crepúsculo de la vida si algo tiene bien acusado es el sentido del oído. Dejar las cosas resueltas a los demás puede que no sea resolverles la vida, pero ayuda a exculparles de esos silencios que maneja el Amor cuando no sabe expresarse. Estar ahí, no significa tenerte a diario, estar ahí es no poder ignorarte por más tierra que ponga de por medio. “Invéntate un cielo para mí” (decía la moribunda protagonista de la película), ese era el mensaje que le dejaba a aquel joven que le ofreció su camiseta para secar las lágrimas de emoción que le brotaban cuando asistió al primer y único concierto en su vida.

jueves, 15 de julio de 2010

TU, eres...


Me dormí profundamente

Allí donde –dicen reposa

El guerrero embriagado por el almizcle

Del amor y el sexo-

Me respondió tu mano…

Aquella mano vaporosa de la tarde estival

Que se fundió a la mía…¿recuerdas el sudor que nos abrazaba y el fuego irrenunciable que nos consumía unidos?



Ayer disipó la vida, otra cortina de humo;

despejó la niebla de los ojos que no ven lo que sienten;

los cerré en la ilusión confundida del sueño

y te ví claramente al apretar tu mano…

Ví el Amor, cual es, rendido dulcemente;

aquel Amor sufrido y macerado en los odres del tiempo…

un Amor intacto en nuestros días que responde plácidamente

–Amor en mano- al instante del roce.

Quien dijo que perdimos tantas cosas;

quien se atrevió a pintar las paredes oscuras de la nada;

quien de los dos creyó que había cierta distancia

entre el olvido y la cercanía tan a mano…

Ayer, sentí otra vez, aquel Amor primero, ese que ha sido siempre igual que surge ahora.

A mano del rubor de tu mano y la mía…tan puro y transparente como el sueño en realidad de los ojos cerrados…

Vi la plaza y el beso robado de tus labios, cuando a sana conciencia ungió nuestras miradas y comprendí, que a ese amor no se juega, aun siendo mutuamente juguete del destino.

Ese amor –tuyo mío- tan nuestro, lo tenemos a mano, porque es obra del arte de amar más allá de la cumbre imaginera…

Renace cada día se duerme en nuestro lecho por la noche, después de hacerlo, por el puro placer de recibir su comunión.

…Me dormí profundamente, sintiendo el latido de tu mano.

(A Ti, que no sabes lo que eres “desnuda en otoño”)

sábado, 10 de abril de 2010

PALADAR

Parecía que nunca llegaría y llegó como palabra de dios anunciada por el pregonero. Llegó la tarde antes, luminosa en el cielo de la ciudad Jardín; jardín de infancia estrenando misterio de bulla y cofradía de barrio. Y aunque llegó, no la reconocí en su principio de traje de chaqueta y medalla, rodeando su mundo de aleluya, reflejado en los ojos de mis dos niños vestidos de monagos. Parecía que la luz, nunca terminaba de bajar el domingo, desde la cornisa del aljarafe hasta los plataneros de San Lorenzo, ni aún cuando la miré en su rostro de oro viejo, como la más espléndida cartela jamas creada para el Varón de Dolores. Tu realidad es tan insuperable, que me resulta distinta, superior a los sueños por muy hermosos que parezcan.





. Y estaba allí, en el dintel de la puerta ojival, recortada por las cortinas. La Luz bordada en su manto, como una antología de sol y terciopelo Burdeos; el cielo cobijando su amargura, imposible de abarcar con una sóla mirada, pero hay miradas tan suaves e intensas que se llevan puesta la esencia de lo que ven y sobre todo hay cosas que ver, que no necesitan más que una sola mirada. Parecía que nunca llegaría –que verdad, pregonero- que al tenerla entre las manos, se enturbia y desaparece como la plenitud del aroma de azahar, tan penetrante como efímera, tan vaporosa y sutil como el incienso y la flor que la sostienen, tan viva y auténtica como la Rosa: “no la toqueis, así es”…La ví venir, que es como mejor se vé de llegar; desde el Porvenir alzando la primera cruz de guía –la de la Paz- que estuvo una semana entera paseando entre nosotros.

Un cielo color de cada capa nazarena y uno celeste, envuelto para mí, en la túnica sagrada de San Esteban, después de más de 20 años sin salir, me permitiste el lujo de estrenar los azules que se calan por la maya del transparente palio. Tardes de luz radiante por Placentines y Alemanes, troncos de naranjos en flor que quisieron ser cruces arbóreas entre las que revolotean los vencejos que anuncian al Cristo, parecía que nunca llegaría y fue –un año más fiel a la cita- haciendo diferente la misma revirá, igual de perfecta, sonó distinta –quizás fuera otra marcha- la tuya, la nuestra, esa que suena a gloria en los oidos del corazón. Noches de brilos con palabras mayores, Pasión y Penas por los caminos de la caridad, que llevan a la perfección de una mañana fruto de la madrugada más hermosa. Esplendor del barroco que entro por la puerta de San Miguel, para dar a luz la joya flamígera de la Esperanza. Y así se nos fue para siempre volver a mirarla en los espejos de la nostalgia. Su exquisito paladar, amén de hacernos felices los días del gozo, nos deja el regusto de saber que ya hemos comenzado a esperarla.




miércoles, 10 de febrero de 2010

¿123 motivos, nada más?

Ay, mi querida Julia…


¡como vende tu nombre!, menos a los que verdaderamente escriben enamorados de ti y nos llaman cursis, fachas, trasnochados. ¡cómo siguen algunos utilizando tu nombre, tomándolo en vano! Cultura del pelotazo aparte, la ambición continua cegando a quienes venden hasta a sus padres con tal de hacerse un hueco en el vacío de la polémica. Crear polémica y pegar el pelotazo, de eso se trata, un pelotazo en toda tu cara, si es posible arañando la “piel sensible” con que te han cubierto los progres en los últimos tiempos. Estos intelectuales advenedizos, dicen conocerte muy bien; han leído mucho sobre tu historia; han sabido siempre lo que representas, se lo han oído pregonar a tu Rodriguez Buzón: “crisol de las esencias patrias”, incluso se han venido a vivir bajo tu cielo. Claro está hay que vivir en Sevilla, para conocerte mejor (nacer no es suficiente), ser naturalde…parece que no es necesario. Todo el que haya fijado su domicilio –por los distintos motivos que sean- en tu casco histórico, se ha autoproclamado sevillano; todo el que haya frecuentado tus bares del centro, tus añejas tabernas y tus rancios bulevares, se han erigido como guías espirituales del tapeo; todos los que han recorrido el laberinto místico de tu Semana Santa, se han investido en cofrades “capacitados” para hablar de tus glorias; todo el que haya disfrutado tu feria de Abril, se ha convertido en feriante, ingresando como socio en una caseta y aprendiendo a bailar las sevillanas en la academia madrileña del “malange”. Aquí todo el que llega de fuera, no solo se siente sevillano, sino que aprende sin estudiar las artes confundidas con lo más típico de tus muchos tópicos. Y abusando de la complacencia barata de tu tolerancia histórica, se creen razonablemente preparados para sentar cátedra o discernir sobre ti, esgrimiendo argumentos más sólidos que su propia cara. ¡Como vende tu nombre! –mi querida Julia- tu nombre ha sido siempre la comidilla que alimenta la ausencia de ideas, de valores, de calor y de vida, la ausencia total de esa primavera que todos han venido a buscar en tu propio ombligo, que como dijo el sabio, no hay otro. Por eso a quien le falta la razón, le sobran motivos, concretamente MAS DE 123 MOTIVOS para no viajar a SEVILLA. Como si nosotros los naturales no supiéramos que hay más, muchos más, infinitamente más motivos para que no viajaran nunca a SEVILLA, quienes se lucran con tu Divino nombre.


domingo, 6 de diciembre de 2009

LA CIUDAD POR EXCELENCIA








Querida Julia: lo que te está sucediendo últimamente es para enmarcarlo y colocarlo en azulejo de la gracia en los mejores bares con sabor: “PROHIBIDO HABLAR DE CÓMO ESTA LA COSA”. Quien te conozca, siquiera haya leído lo más mínimo de tu milenaria historia: ¿cómo puede pretender eliminar de golpe y arbitrariamente los símbolos ancestrales que llevas tatuado en tu piel?. ¿No nos enseñaron que estábamos obligados a conocer la historia, para no repetir sus hechos más luctuosos?. ¿Por qué no son capaces de leerte –Julia- de entender el más párvulo de tus pensamientos, la más mínima razón de tus costumbres así como las más remota procedencia de tu tradición?.
No es que ya no te quieran, es que ni te sienten ni respetan. En su fabuloso mundo de las libertades, está encerrada la ignorancia de su sinrazón. Una sin razón de absurdas contradicciones que chocan con el sentimiento de las gentes y confunden sus ideas, hiriendo gravemente la sensibilidad. Que ausencia total de primavera (como diría el poeta) y cuanto oscurantismo cultural, puede albergar alguien –que aprovechando el privilegio inmerecido que lo distingue como “caballero venticuatro” de tu Casa consistorial- insinue denominar como “fiestas del solsticio de Invierno” a los entrañables días de la Natividad del Señor. Hace falta ser ignorante de tu historia, incluso de la tradición profana de admitir, que en democracia se denominan dictadores a los que intentan gobernar ó imponer sus trasnochadas ideas desde una ridícula posición de votos.
 Se te nota en la cara, querida Julia, lo mal que te sientan estos adornos laicos que  han imbuido en tu piel sensible. Menos mal que ahí están tus belenistas de toda la vida (Pichardo y compañía), que no han tenido que recurrir al desarrollo sostenible y al mamotreto de las energía renovables para reclamar que el portal de belén, no es algo convencional que se pueda enmarcar bajo el arco de tu Ayuntamiento, con figuras tan grandes, que más bien parecen “figurones” –lo que son ellos- que nisiquiera se enorgullecen de lo hermosa que estás , querida Julia, en estos días que tu casco histórico se eleva hacia el azul de tu Plaza del Triunfo, para presumir a coro de juglares, con el canto efusivo de la estudiantina, que eso sí que es futuro sin necesidad de autoproclamarse “progre”, sino proclamando al sereno de la vigilia, que Tu eres la ciudad Mariana por esencia y excelencia. ¡Que importa que retiren los crucifijos de tus escuelas públicas, si al fin y al cabo son las mismas que levantaron los que precisamente abogaban por una educación libre y paritaria, abierta a todos los símbolos de las distintas civilizaciones!. Lo importante –querida Julia es- para los que  quieren ver más allá de sus propios intereses, que vas a seguir siendo Tú, extendiéndonos la mano de la solidaridad y la grandeza a puertas abiertas, desde el Primitivo ático de la Concepción de tu silencio histórico, hasta el mismo Rocío de tus cofradías más contemporáneas, expuestas a la veneración de sus fieles en los distintos templos de tu saber. Si no son capaces de asimilar la realidad, ese sí que es su verdadero problema.









martes, 28 de julio de 2009

el Amor, siempre estuvo ahí...

Estaba dormido, aletargado, maltratado por la vida, envenenado por los años, enmohecido por el tiempo, viciado por la incertidumbre del trabajo y la inestabilidad del ocio. Era como un jardín abandonado, donde creció la mala yerba y las lianas de los arbustos a su antojo, trataban de que no brotara cualquier indicio de floración. Intentábamos buscarlo por cualquier sitio y ningún sitio era bueno; le exigíamos el máximo, cada uno a lo suyo, por separado.
Nos atrevíamos a hablar de perfección barajando nuestras propias imperfecciones, cantábamos verdades a precio de saldo, confundidos por el rugir del mundo y el engaño de las falsas apariencias. Creíamos que la risa de los otros, era el sonido de la felicidad y que ésta había que celebrarla por la calle, no porque la sintiéramos, sino para sentirnos menos desgraciados. Creimos tantas cosas, que terminamos renegando de nuestra mutua fé, para consagrarnos al egoísmo..o nó, quizás fuera por exceso de su propia generosidad , lo cierto es que el Amor, siempre estaba allí, donde nos encontrábamos, transfigurado por la soledad en compañía, confundido por las dudas y el remordimiento, cubierto por la neblina de un sentimiento de culpabilidad tan absurdo como inconsciente.
No hizo falta más que alejarnos del bosque, quemar nuestras naves y sentarnos tranquilamente a la orilla y entonces lo vimos claramente, en todo su esplendor: El Amor estaba ahí, espectacular e impresionante, como un castillo de fuegos artificiales, causando dolor desde su propia autenticidad, como la lluvia ácida que se evapora en el aire; hecho riada de lágrimas que anuda el corazón y redime el alma; cometiendo sus antojadizas locuras, como las fantásticas palmeras que suben a las alturas, para abrir en el cielo sus pintorescas colas de pavo real y así lo contemplamos por fuera para vernos a nosotros mismos por dentro, sintiendo el Amor como la primera vez que nos quisimos para querernos siempre. Y corrimos a su encuentro, sin perder ni un segundo del tiempo que perdimos y no nos hizo falta entretenernos en reproches, ni vanas discusiones, bastó el brillo de una mirada cómplice, el tacto de una antigua caricia y el conjuro milagroso de un: Te quiero a la orilla del río y Sevilla puso el resto de la magia, porque el Amor, siempre estuvo ahí, justo al lado de nosotros.

martes, 9 de junio de 2009

LA VIDA...



Nos creimos que por conocerla más, recibiriamos mejor trato, pero no era así, nunca fue así ; Ella trataba a todo el mundo del mismo modo, es decir, con indiferencia. También creimos que con Ella se terminaba aprendiendo algo y el paso de los años nos demostró que Ella no enseña a nadie. Fuimos adquiriendo aquello que llaman experiencia –decían que era un grado- poco más, si al final resultó que el barquero sabía más que el petulante erudito, cuando se hundía la barca, por lo menos sabía nadar. Nos trató tiernamente en los primeros años, bueno a la mayoría, nos hizo olvidar lo dura que resulta cuando se está bien protegido. No era Ella la que nos daba confianza, pero confiabamos en Ella, porque parecía tan hermosa y apasionante, tan sugestiva y aventurera. Soñabamos con Ella tras los ventanales amplios de la obligación, nos recreábamos con Ella en el patio, jugábamos y corríamos por sus calles cercanas. Entonces Ella tenía una casa –que si no era la mejor-sí que era la que mejor guardamos en la memoria. Y teníamos unas ganas locas por salir de aquella casa y volar atraídos por el despliegue de luces con que nos citaba desde todos sus puntos. Ella nos presentó al primer amor, que para algunos fue el único, otros conocieron el desengaño que les abrió las puertas de segundos amores que aunque no fueran para siempre, fueron buenos mientras duraron: También hubo quien se reclutó en sus celdas por amor propio o por querer ser propietarios de un amor imposible. Los más privilegiados tuvieron la suerte de envejecer de la mano que eligieron con acierto ó acariciar para siempre el recuerdo de unos instantes que no tienen cabida en el olvido. La mayoría andamos pactando con ella, para llegar a un buen acuerdo con la soledad. Creíamos poder resistir, su ímpetu, su fuerza, su extraordinario vigor y nos desayunamos cada día la lista siniestra de sus innumerables víctimas. Víctimas cobradas en plena flor de la inocencia; en plena cima del deporte, en plena celebridad de la idolatría de barro, en la plena euforia de su carrera política, en plena energía de su agresividad ejecutiva ó en la plena miseria de un cruce de fuegos. Ella sigue siendo preciosa, para los que tienen sus días contados; esperanzadora para los que se aferran al clavo ardiente de una donación anónima. Mágica y sublime para los que habitan en la planta de los milagros, e irresistible incluso para los que en ella, vegetan. Dicen que cuando se le mira a la cara fijamente y te enseña sus fauces, uno no puede dejar de pensar en Ella y termina suicidándose, otros quizás más listos pero menos inteligentes, le aplicaron la fórmula magistral de la fe, los más débiles intentaron curar su mal automedicándose con la mentira piadosa de los antidepresivos, los artistas se volvieron locos buscándola entre las bellas artes y algunos trabajaron para poder sobrevivir en Ella : LA VIDA...

lunes, 20 de abril de 2009

a la luz de la luna

Carta de Julia Rómula:
Querida Julia, tengo que darte las gracias a la luz de la luna por haberme permitido gozar del amor como si fuera la última vez. Sabes que este año, el amor me jugó una mala pasada. Venía convaleciente, en pleno pacto con la soledad y tu me esperabas a las nueve en San Lorenzo, donde el Señor me enseñaba sus manos atadas –frente al mundo- para desatar las mías del mismo modo que libera el cansancio y el agobio de todos los que acuden a besarla. Tu luz ya coronaba la mañana del gozo, había poquita gente por tus calle ajadas de damasco. Después de muchos años, volvía a ser aquel niño a quien le contaste que el Amor tenía otro nombre coronado canónicamente; se llamaba Amargura y una vez que se descubría, quedaba prendido en el alma como salmo responsorial. Por primera vez, ante sus ojos, me sentí correspondido, sin cargos de conciencia ni remordimiento alguno. Tu eras en mí y yo en ti con un silencio blanco inmune al desprecio. Después del sereno atardecer, llegó la primera noche, las luces se convirtieron en solemnes brillos de candalería encendida y tú del brazo mío a la luz de la primera luna en la alcazaba. Oh Julia, mi Julia…esta vez la soledad me hacía sentirte como nunca, con una ansiedad de saberte en mis brazos a cada momento de luz, captando sensaciones que solo los enamorados conocen. Fuimos juntos a coger la felicidad –en plena bulla- cimbreantes como el aire de unos candelabros de guardabrisas, filtrados como brumas de incienso bajo palio. Sabíamos que existía la Paz a pesar de tantos cantos de sirena; que la Muerte era Buena y estaba calada en un monte de claveles; que el Dolor era un canto de Gracia y Esperanza. Nos socorría el Amor y en la alta noche brillaba un lucero –esa Estrella- que hace posible los sueños. Como si fuera esa noche la última vez, tu y yo sólos, mi amada Julia, sin cambiar por nada del mundo lo que estábamos sintiendo. Te quiero…

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